martes, 21 de abril de 2015

'Dios no tiene tiempo libre'

Porque en muchas ocasiones importan más las historias que se cuentan que las vías para compartirlas, Dios no tiene tiempo libre —la nueva novela de Lucía Etxebarria— se conoció antes como obra de teatro. Estrenada en una sala independiente el año pasado, producida y dirigida por la propia autora, esta historia de corrupción —y amor— vuelve ahora a su formato original: el libro.
David, un actor que lo tuvo todo y lo perdió todo, recibe un encargo inesperado: visitar a Elena, que fue su novia de juventud, más tarde casada con un político corrupto. Elena agoniza en una habitación de hospital y su prima Alexia, millonaria cuya fortuna proviene de las inversiones inmobiliarias de su exmarido, es quien realiza el encargo. El cruce de seducción, engaño, mentiras y traiciones entre el trío David-Elena-Alexia saca a la luz lo mejor y lo peor de cada uno.
Dios no tiene tiempo libre analiza los mecanismos de la corrupción desde lo particular a lo general, desde las pequeñas corruptelas del día a día hasta las grandes tramas políticas. Pero habla sobre todo de amor, de redención, de la capacidad de elegir o de decir que no, con el habitual tono —entre lo irónico y lo poético— de Lucía Etxebarria.
Lucía Etxebarria es licenciada en Filología y Periodismo y doctora en Letras por la universidad de Aberdeen. Ha escrito novelas, cuentos, libros de poesía, guiones de cine, cuentos para niños y ensayo político, literario y feminista. Ha publicado más de veinte libros traducidos a más de veinte idiomas. Es miembro de la Academia de Cine. Ha ganado el premio Nadal, el Primavera, el Planeta, el Barcarola de Poesía y el Lazio (concedido por el Ministerio de Cultura italiano) a la mejor novela extranjera. Escribe en prensa cuando le dejan y habla en la radio en el gabinete de Julia Otero. El suplemento cultural de Le Fígaro dijo de ella que era la voz española más potente de su generación.

viernes, 17 de abril de 2015

'Sumisión', de Michel Houellebecq

Los caminos de Michel Houellebecq son inescrutables y siempre garantizan el rodeo y la polémica. Sumisión, su novela más reciente, salió a la venta el mismo día del atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo: la actualidad ha acelerado su publicación en España —de la mano de Anagrama, su casa habitual— de 2016 a otoño de este año y, finalmente, el mes de mayo. Ya podemos mostrarte su cubierta.
Sumisión muestra a un protagonista, François, cuya actitud vital no sorprenderá a los lectores habituales deMichel Houellebecq: profesor universitario, soltero, alcohólico y más misógino que machista, que ya es decir. La novela transcurre en la Francia de 2022, cuando el PS (socialista) y la UMP (conservadora) deciden evitar que el Frente Nacional se haga con el poder, apoyando al segundo partido del país, la Fraternidad Musulmana. Esto implica que la religión musulmana centre la vida pública de Francia, expulsando a las mujeres del espacio público y encerrándolas en el hogar, algo que provoca un exilio masivo del país pero, se imaginará el lector, entusiasma a François, que se convierte al islam.
Laurent Joffrin, director de Libération, interpretó como un apoyo de Michel Houellebecq que el escritor desarrollara en Sumisión la amenaza sobre la que Marine Le Pen —presidenta del Frente Nacional— insiste para respaldar sus argumentos. En cambio, el filósofo judío Alain Finkielkraut apoyó al escritor y su novela Sumisión en Le Journal du Dimanche —de derechas—, destacando que Houellebecq se ha limitado a poner por escrito un futuro de Francia que, aunque no es seguro, sí es plausible. El propio Michel Houellebecqha admitido que la realidad que dibuja en Sumisión es poco verosímil, reivindicando su irresponsabilidad. En unas semanas podremos leer para juzgar.

miércoles, 15 de abril de 2015

La vida sin armadura Alan Sillitoe

¿Recuerdan aquella angustiosa batallita abuelil del yo con cinco pesetas iba al cine, merendaba, me compraba cuatro caramelos y ahorraba para que tú ahora puedas estar ahí sentado comiendo pan con Nocilla con tu carita de clase media bien alimentada? En La vida sin armadura, Alan Sillitoe, desde el trono de escritor consagrado que ha llegado a la cúspide salido del lodazal más inmundo de la Inglaterra obrera de posguerra, nos cuenta su vida a golpe de correazo de padre analfabeto, desgranando uno a uno cada penique que ganaba, cómo lo conseguía y en qué lo gastaba, pero ahorrándose el tono aleccionador, simplemente con la ligereza de alguien para quien la miseria fue algo innato y no necesariamente traumático.
El autor de La soledad del corredor de fondo rechazaba que se le identificara con la figura del escritor proletario, pero su biografía, sencilla y franca, en ocasiones toma el encantador cariz del libro de cuentas de un ama de casa en apuros, detallando pagas semanales, precios de libros y alimentos. Incluso cuando el niño de barrio deprimido de Nottingham se transforma en un joven aspirante a escritor que vive en una comunidad de artistas en la isla de Mallorca y que se mantiene gracias a la pensión del ejército (concedida tras haber enfermado de tuberculosis en Malasia) la posibilidad de comer naranjas gratis o el pago de cada uno de los alquileres quedan patentes al final de cada anécdota. Hay un párrafo especialmente remarcable en este sentido, en el que el autor y el lector suspiran de alivio al unísono, y es cuando, tras años de luchar por la publicación de un libro, la rueda del éxito empieza a girar, y es justo ahí cuando la pensión del ejército deja de fluir. Sillitoe afirma que siempre pensó que un responsable anónimo de las pensiones del ejército, de alguna manera estuvo ocupándose en la sombra de que la pensión fuese renovada una y otra vez, en una especie de mágico mecenazgo en la sombra, hasta que el cachorro estuviese listo para andar por sí mismo.
Sillitoe no tiene piedad con nadie: describe a su padre como la inteligencia de un niño de 10 años en el cuerpo de un animal, y narra las penurias para seguir adelante en toda su crudeza. Cuando se trata de sí mismo, tampoco se da demasiado respiro, y relata con sorna su propia ineptitud literaria: Mi hermano Brian, a quien había enviado una copia, me la devolvió diciéndome que, en su opinión, que el camarero lleve a la mesa un pedido de ocho pintas, tres vasos, dos ginebras con naranja, ron, whisky y tres paquetes de cigarrillos Woodbine desde la barra, no es realista, porque no podría llevarlo todo en una bandeja. Y lo que de verdad brilla entre la mugre de su relato es precisamente esa falta de resentimiento, la ligereza para seguir viviendo, la fuerza de quien reconoce su propia estupidez, pero también intuye su propio talento, y camina con uno en cada mano, tambaleándose.
Al final, cuando ya es el pionero de la literatura obrera británica y sus libros Sábado por la noche, domingo por la mañana y La soledad del corredor de fondo son exitosas adaptaciones cinematográficas, el escritor británico rememora la barrita de mantequilla recién hecha que compra en la tienda del pueblo al que se ha retirado para seguir escribiendo con la delectación de un niño pobre frente a una golosina, y afirma:No sentir ansiedad con respecto al dinero parecía la única confirmación del éxito.