lunes, 31 de diciembre de 2012

Ser novelista


Siempre lo dije, ser novelista es un oficio, como lo puede ser ejercer la fontanería o la abogacía. Un oficio quizá de lo más maravilloso, por cómo hace sentirse al escritor. Ya no es solo crear, que también, sino el proceso de documentación, establecimiento y resolución de tramas, caracterización de personajes, etc.
Para ser novelista hay que poseer imaginación, dominar el lenguaje y, a ser posible, tener un trabajo estable con jornada intensiva que te deje tiempo para escribir. Lo digo porque mucha gente tiene la idea equivocada que de esto se puede vivir a las primeras de cambio. Son pocos los que lo consiguen y a veces la calidad literaria no es que importe mucho. No olvidemos que las editoriales venden “un producto”, y que en ocasiones más vale ser resultón que guapo.
En mi opinión, para afrontar la escritura de una novela, el presunto novelista debe ser un lector voraz, haber devorado una ingente cantidad de novelas, para tener las suficientes referencias antes de ponerse a escribir. Aun así, seguramente, su primera obra será una auténtica mierda, con perdón, aunque existen excepciones de novelistas primerizos que atesoran un talento innato. Creo que es importante tener una historia en la cabeza, haberla ido trabajando mentalmente mientras uno se toma una cerveza o camina por el parque. Tener claros los personajes, los escenarios, y sobre todo el principio y el final. Lo de en medio importa menos, ya irá saliendo, pero tenemos que tener claro hacia dónde vamos.
La estructura típica de una novela debe ser el esquema planteamiento-nudo-desenlace. Además, toda historia debe tener un conflicto. Como bien me lo explicara un día mi buen amigo y maestro Juan Madrid el conflicto nace de lo siguiente: “Alguien quiere algo; algo o alguien se lo impide”. Bajo esta premisa, es más que probable que tengamos una historia, independientemente del género en la que podamos encuadrar nuestra novela.
El planteamiento es la presentación de nuestra historia al lector: la trama principal y las secundarias, los escenarios y los personajes. No es que deba de haber tramas secundarias obligatoriamente, pero suelen enriquecer la novela, sobre todo si estas se relacionan de alguna manera con la principal. Al lector le suele gustar ubicarse, por lo que es importante trazar lo que yo llamo el mapa geográfico de la historia, ya sea este real o ficticio. Los personajes han de tener fuerza. El escritor debe tener la suficiente habilidad como para caracterizarlos, radiografiarlos, pero sin cansar al lector. La caracterización de los personajes se suele hacer a través de los diálogos, a través de la voz del narrador o relatando sus acciones. Los hay principales y secundarios. Hay escritores que lo tienen muy claro desde el principio. Otros, sin embargo, no hacen planes. En mi caso, me hago unos esquemas mentales e intento ponerlos sobre el folio. Pero a veces me ha ocurrido que personajes que en un principio eran protagonistas, han ido perdiendo fuerza, tomando el protagonismo algunos de los que en principio no lo iban a tener.
En toda novela debe haber un nudo, que es la madre del cordero del conflicto. Si María va a por el pan, pongamos por caso, lo compra y vuelve a su casa, no hay historia. La historia surge si María no vuelve, sea cual sea el motivo para su no retorno. Independientemente del conflicto, toda novela necesita un giro, o varios. El giro, acelera la historia y mantiene la motivación del lector. Algunos autores solucionan lo del giro añadiendo un personaje que tiene mucha fuerza, dando un nuevo ímpetu a la trama. Otros, sencillamente plasman un hecho que el lector no imaginaba que iba a ocurrir ni por asomo, con lo cual la historia gana en dinamismo y ofrece nuevas perspectivas.
Muchos escritores fallan en el desenlace o final. Esto ocurre tanto en cine como en las novelas. Da igual si el final es abierto (en donde es el lector quien decide en función de sus gustos) o cerrado (aquel en el que el autor no da opción al lector). Cualquier opción de final es lícita siempre y cuando se cierren las tramas adecuadamente con un desenlace creíble y si es posible inesperado.
Podríamos seguir teorizando, pero no os quiero aburrir. Insisto en que ser novelista es un oficio para el que se requieren ciertas habilidades que son difíciles de adquirir, aunque bien es cierto que últimamente han proliferado los talleres de escritura, siempre provechosos. Hay catedráticos de Literatura y filólogos que dominan el lenguaje y la teoría, pero no todos tienen la habilidad de escribir una novela, algunos de ellos ya lo intentaron. Pero no se trata de erudición. No olvidemos que hace siglos, los que iban contando historias por los pueblos no eran precisamente los más ilustrados.
Para terminar, diré algo para los que empiezan. Escribid para divertiros si tenéis la vocación, sin pensar en si os van a publicar o no, eso vendrá luego, sin pensar en haceros ricos o en obtener algún dinero de lo que escribís. Si llega, mejor que mejor, pero ese no debe ser el objetivo. Los designios del destino son inescrutables. Hay autores famosos que conservan con cariño veinte o treinta cartas de rechazo de una novela que después fue best seller, de la misma forma que hay quien da el pelotazo a las primeras de cambio. Pero lo normal es que esto sea una carrera de obstáculos larga. Preparaos para pasar horas solos, sin más compañía que el boli y un folio o un ordenador. Y lo más importante, no os creáis escritores buenísimos, eso no ayuda nada en el proceso de creación y os creará frustraciones si no conseguís publicar. Tampoco os derrumbéis por una mala crítica y si lo hacéis, levantaos y continuad. Escribid teniendo siempre presente que es mucho lo que os queda por aprender, aunque cosechéis un éxito importante con vuestras novelas. Yo siempre me repito el mismo mantra: “No somos na…”.
Biografía
IMG_3721Nace en 1966. Es Ingeniero Técnico Industrial en la rama de Electrónica. Trabaja como profesor de Instalaciones Electrotécnicas y de Sistemas Electrónicos en un instituto y ha impartido cursos de Informática a instituciones públicas y privadas. Escribe novela, relato corto y poesía, disciplinas en las que ha sido premiado en varias ocasiones en diversos certámenes. Sus trabajos se encuentran publicados en diversas antologías. Además es articulista, cronista de eventos literarios y reseñista. Publica gran parte de estos trabajos en su blog (http://blogdelordbyron.blogspot.com/) y en su página de Facebook. También ha escrito en La Gansterera, en Culturamas y en Travelarte. Es parte integrante del grupo musical Rock & Books, que aúna literatura y música en sus actuaciones. Junto a los otros dos miembros del grupo, los escritores Pedro de Paz y Javier Márquez, ha tocado en Madrid, en la Semana Negra de Gijón y en Málaga, dentro de las jornadas “Mejor con un libro”.
Su primera novela, “El círculo alquímico” fue publicada por la Editorial Ledoria en 2010, recibiendo alabanzas de público y crítica. Con “Al otro lado”, encontramos a un novelista consolidado y maduro que viene a mitigar la espera de sus lectores.
Paco Gómez Escribano

jueves, 27 de diciembre de 2012

La naranja se pasea


Hace 50 años, cuando la Inglaterra de posguerra se conmocionaba con la creciente violencia juvenil y sus intelectuales todavía reflexionaban sobre el radical matrimonio entre la crueldad nazi y la alta cultura, Anthony Burgess publicó un libro en el que unía las dos discusiones y enfrentaba a la sociedad con su presente. La adaptación al cine de Kubrick, filmada nueve años después, terminó de darle una popularidad que no perdió desde entonces. Novela adolescente, violenta, vanguardista, atravesada por Beethoven, un argot de influencia soviética y una furia incomprensible, su protagonista, Alex, encarna todavía problemas filosóficos, sociales y artísticos sin solución. Para celebrar el aniversario de su publicación, la edición conmemorativa inglesa de La naranja mecánica incluye un agudo ensayo de Martin Amis a manera de prólogo que la edición en castellano lamentablemente ha perdido en el camino. Por eso, Radar lo traduce. Y de yapa, lo que escribió Burgess en el ’72 después de ver la película.

 Por Martin Amis
El asunto diario de escribir una novela con frecuencia parece consistir sólo en decisiones –decisiones, decisiones, decisiones–. ¿Debe ubicarse este párrafo acá? ¿O debe ir ahí? ¿Puede este tramo de descripción ser diversificado con un diálogo? ¿En qué momento se debe revelar esta información? ¿Debo usar un adjetivo diferente y un adverbio diferente en esta oración? ¿O debo descartar el adverbio y el adjetivo? ¿Coma o punto y coma? ¿Coma o guión? Y así.
Estas decisiones son menores, claramente, y son procesadas de forma más o menos racional por la conciencia. En cambio, todas las decisiones mayores ya fueron tomadas antes de que uno se siente al escritorio; y no hizo falta un momento de pensamiento. Las decisiones mayores son inherentes al escalofrío original –al latido o susurro inicial, un susurro que dice “ésta es una novela que vas a poder escribir”–. Misteriosamente, es el inconsciente el que hace el trabajo pesado. Nadie sabe cómo ocurre. Por este motivo Norman Mailer llamó a su (excelente) libro sobre la ficción Un arte espectral.
Cuando, en 1960, Anthony Burgess se sentó a escribir La naranja mecánica podemos estar seguros de que poseía un puñado de certezas sobre lo que tenía por delante. Sabía que la novela iba a transcurrir en el futuro próximo (y que iba a tomar el camino standard de la ruta de la ciencia ficción, desarrollando, y exagerando ferozmente, tendencias actuales). Sabía que su vicioso antihéroe, Alex, iba a ser el narrador, y que narraría en un argot o idiolecto que el mundo no había escuchado nunca antes (eventualmente eligió una infalible y deliciosa mezcla de ruso, romaní y slang). Sabía que tendría que ver con el Bien y el Mal y el Libre Albedrío. Y sabía, crucialmente, que Alex albergaría una pasión poco plausible: un amor extático por la música clásica.
Vemos la caprichosa brillantez de esta última decisión cuando nos reencontramos, después de más de medio siglo, con el malicioso, despreciativo, burlón y llorón joven sociópata de Burgess –un personaje inmejorablemente capturado por Malcolm McDowell en el desparejo pero celebrado film de Stanley Kubrick–. “No fui yo, hermano, señor”, se queja Alex ante el asistente social que lo llevó a la cárcel local: “Defiéndame señor, no soy tan malo”. Pero Alex es tan malo; y lo sabe. Los primeros capítulos de La naranja mecánica todavía ofrecen el impacto de lo nuevo: forman una línea roja de alegre maldad.
Durante su primera noche en la ciudad, Alex y sus drugos (o cómplices) acechan a un maestro de escuela, desgarran los libros que lleva consigo, lo desnudan y pisotean su dentadura postiza; roban y apalean a un comerciante y su esposa (“un buen golpe con una barra de abrir cajones”); patean a un mendigo borracho (“lo cracamos bien, sonriendo entretanto”); y tienen un encuentro con una banda rival donde usan el cuchillo, la cadena, la navaja de afeitar: “Esto sería la cosa verdadera y real, usaríamos el nocho, el usy y la britba, no sólo los puños y las botas... Y ahora bailoteaba con mi britba, como el barbero de un barco que navega en un mar muy picado”. Después, roban un auto (“zigzagueando detrás de gatos y todo eso”), someramente atacan a una pareja, irrumpen en una casa de “otro inteligente estilo hombre de libros como el que habíamos tolchocado unas horas antes”, destrozan las páginas dactilografiadas de su trabajo y violan a su esposa: “Luego todo se serenó, y nosotros estábamos llenos de algo parecido al odio, de modo que cracamos lo que todavía quedaba sano –la máquina de escribir, la lámpara, las sillas– y el Lerdo, como era ya típico en él, apagó el fuego orinando y se disponía a cagar sobre la alfombra, pues por allí abundaba el papel, pero yo dije no –fuera fuera fuera– aullé. El veco escritor y su china no estaban realmente en sus cabales, lastimados, ensangrentados, y haciendo ruidos. Pero vivirían”.
Y todo esto ha sido logrado para cuando llegamos a la página 30.
Antes de que termine la primera parte, 51 páginas después, con Alex en una “cantora” que huele a “un vono fuerte, mezcla de enfermería y lavatorios, cerveza rancia y desinfectante”, nuestro “Humilde Narrador” droga y lacera a dos chicos de diez años, corta a Lerdo con su britba y roba y asesina a una anciana solterona: “la bábuchca dijo: –Escuerzo, no toques a mis gatitos –y me arañó la cara. De modo que yo criché: –Sunca vieja y hedionda –y alcé la malenca estatua de plata y le di un buen tolchoco en la golová, y así la callé realmente joroschó”.
En el breve hiato entre estas dos tormentas de “ultraviolencia” (el día uno y el día dos de la novela), Alex vuelve a su casa –al Bloque Municipal 18 A–. Y aquí lo peor que hace es mantener despiertos a sus padres jugando con el estéreo en su habitación. Primero escucha un nuevo concierto de violín antes de proseguir con Mozart y Bach. Burgess evoca las sensaciones de Alex en un pasaje lleno de bravura que le debe menos al nadsat o el dialecto adolescente y más a las ondulaciones del Ulises de Joyce: “Los trombones crujían como láminas de oro bajo mi cama, y detrás de mi golová las trompetas lanzaban lenguas de plata, y al lado de la puerta los timbales me asaltaban las tripas y brotaban otra vez como un trueno de caramelo. Oh, era una maravilla de maravillas. Y entonces, como un ave de hilos entretejidos del más raro metal celeste, o un vino de plata que flotaba en una nave del espacio, perdida toda gravedad, llegó el solo de violín imponiéndose a las otras cuerdas y alzó como una jaula de seda alrededor de mi cama”.
Aquí sentimos el poder de ese latido o susurro inaugural –la insistencia autoral de que la Bestia va a ser susceptible a la Belleza–. De un golpe, y sin sentimentalismos, Alex es decisivamente realineado. Ahora ha sido equipado con un alma e incluso una sospecha de inocencia, una sospecha confirmada por la hábil revelación de las últimas líneas de la primera parte: “Eso era todo. La había hecho buena. Y yo apenas tenía quince años”.
A fines de los ’50, cuando La naranja mecánica era solamente un brillo en los ojos del autor, los diarios monótonamente se quejaban de la ola de delincuencia masiva, mientras los Teddy Boys de la posguerra se diversificaban y multiplicaban en Mods y Rockers (que más tarde evolucionarían en Hippies y Skinheads). Mientras tanto, las revistas literarias estaban muchos más preocupadas con los efectos posteriores de la Segunda Guerra Mundial –en particular la supuestamente asombrosa coexistencia, en el Tercer Reich, de la barbarie industrializada y la Alta Cultura. Este es un debate al que la novela, valientemente, se une–.
Desnudo sobre su cama, deslumbrado por Mozart y Bach, Alex recuerda con orgullo sus logros de esa noche, con el escritor y su esposa: “Y mientras slusaba la parda suntuosidad del starrio maestro alemán se me ocurrió que me hubiese gustado tolchocarlos más fuerte, a la ptitsa y al veco, y abrirlos en tiras allí mismo en el piso de la casita”.
Así Burgess pone de manifiesto la siniestra pero no imposible sugerencia de que Beethoven y Birkenau no coexistieron, meramente. Se combinaron y conspiraron, inspirando sueños demenciales de supremacía y omnipotencia.
En la parte 2 la violencia no viene de abajo, sino de arriba: es la limpia y focalizada violencia del Estado. Habiendo pasado dos años de su sentencia, el enteramente incorregible Alex es seleccionado para el Tratamiento de Recuperación (usando la “técnica Ludovico”). Esto termina siendo un curso rápido de terapia de aversión. Cada mañana se le inyecta una droga que provoca náuseas y en silla de ruedas se lo lleva a una sala de cine, donde su cabeza es inmovilizada sobre el asiento y sus ojos obligados a permanecer abiertos con agujas; y después se apagan las luces.
Al principio Alex es obligado a ver escenas familiares de violencia recreacional (tolchocar málchicas, ptitsas crichando y cosas así). Después se avanza a mutilaciones, torturas japonesas (“incluso se videaba cómo le cortaban la golová a un soldado de un sablazo”) y finalmente un noticiero con águilas y swásticas, escuadrones de fusilamiento, cadáveres desnudos. La banda de sonido del último clip es la 5ª Sinfonía de Beethoven. “Basta, sodos grasños y asquerosos –grazna Alex cuando la cinta termina–. Usar de ese modo a Ludwig van. El no le hizo daño a nadie. Beethoven no hizo más que escribir música –y entonces me sentí realmente enfermo y tuvieron que traerme un recipiente que tenía forma de riñón... –No puede evitarlo –replicó el Dr. Branom–. El hombre destruye lo que ama, como dijo el poeta-prisionero. Quizá hemos encontrado el factor personal de castigo. Esto seguramente complacerá al director.”
De ahora en adelante Alex sentirá intensas náuseas, no sólo cuando contemple la violencia sino también cuando escuche a Ludwig van y a otros maestros celestiales. Su alma, tal como era, ha sido extirpada.
Ahora nos embarcamos en las curiosas disculpas de la parte 3. “Nada raro durará mucho”, dijo Samuel Johnson –y quería decir que el apetito de los lectores por lo extraño se sacia rápidamente–. Burgess (a diferencia de, digamos, Kafka) es sensible a esta ley casi infalible; pero se puede argumentar que La naranja mecánica debería haber sido incluso más corta que sus 196 páginas. De hecho la novela fue publicada con dos finales diferentes. La edición norteamericana omite el capítulo final (ésta es la versión que usó Kubrick) y cierra con Alex recuperándose de un catártico intento de suicidio. Está escuchando la Novena de Beethoven: “Cuando llegó el scherzo pude videarme clarito corriendo y corriendo sobre nogas muy livianas y misteriosas, tajeándole todo el litso al mundo crichante con mi filosa britba. Y todavía faltaban el movimiento lento y el canto hermoso del último movimiento. Sí, yo ya estaba curado”.
Este es el final “oscuro”. En la versión oficial, sin embargo, a Alex se le brinda la redención completa. Simplemente –y sentimentalmente– “supera” los atavismos de la juventud y empieza a tener deseos de casarse y sentar cabeza; sus gustos musicales viran hacia “lo que llaman lieder, sólo una golosa y un piano, muy callado y bastante nostálgico”; y carga con él una foto, recortada de un diario, de un bebé regordete “un bebé gorgoteando goo goo goo”. Así que se nos pide que aceptemos que Alex se ha vuelto blando y pensativo –a los 18 años–.
Se siente como una sorprendente pérdida de coraje de parte de Burgess o un recrudecimiento (recordemos que era católico agustiniano) de una culpa religiosa y autoflagelante. Horrorizada por su propia energía transgresora, la novela se somete a su propio Tratamiento de Recuperación, administrado severamente por el autor. Burgess sabía que algo estaba mal: “Un trabajo demasiado didáctico para ser artístico”, admitió a medias, “arte puro arrastrado a la arena de la moralidad”. Y no debería haberse preocupado: Alex puede ser un adolescente pero los lectores son adultos y están perfectamente en paz con lo imposible de regenerar. Además, La naranja mecánica es, en esencia, comedia negra. Cuando se la confronta con el mal, la comedia no siente la necesidad de castigar o corregir. Responde con una risotada corrosiva.
En su libro sobre Joyce, Joysprick (1973), Burgess hizo una provocativa distinción entre lo que llama un novelista clase A y uno clase B: el novelista clase A está interesado en la trama, los personajes y la profundidad psicológica, mientras que el novelista clase B está interesado, sobre todo, en jugar con las palabras. La más famosa novela clase B es Finnegans Wake, que Nabokov describió como “una novela que es como un budín frío, como un ronquido en la habitación de al lado”; y lo mismo puede decirse de Ada o el ardor, por lejos la más B de las diecinueve ficciones de Nabokov. De todos modos, como género, la novela B está completamente muerta; y La naranja mecánica puede ser su única sobreviviente de largo aliento. Es un libro que todavía puede leerse con sostenido placer, continuo entretenimiento y, a veces, incrédula admiración. Anthony Burgess no es, entonces, un novelista B menor, como se describió a sí mismo; es el único novelista B. Creo que esa definición lo conformaría.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Estreno romántico



SONIA GALDÓS HACE SU DEBUT EN EL MUNDO DE LAS LETRAS CON LA NOVELA 'QUÉDATE EN MI VIDA'
VITORIA, CARLOS GONZÁLEZ -  

  • La escritora gasteiztarra Sonia Galdós es quien se encuentra tras el seudónimo de Ava Campbell.
INGLATERRA. Es 1823. Anna vuelve a casa dispuesta a mantener la escuela rural que ha fundado, empeño para el que intenta conseguir el apoyo de John Sinclair, un vizconde con quien choca de manera frontal en un primer momento. A partir de ahí: amor, medias verdades, pasados que no se quieren recordar, una sociedad carga de prejuicios... No se pueden dar más detalles. Esos los tendrán que descubrir los lectores que se acerquen a Quédate en mi vida (editada por el sello Vergara de Ediciones B), una novela romántica que supone el debut de Ava Campbell. Pero no, no se trata de una escritora de las islas. Detrás de ese seudónimo se encuentra una gasteiztarra que justo acaba de presentar este estreno entre las letras mientras espera a que vea la luz el segundo libro que ya tiene terminado y sigue componiendo el tercero. Sonia Galdós no para.
Lectora empedernida, esta mujer formada en el mundo del Derecho decidió hace tres años dejar su trabajo en una multinacional para tomarse un respiro vital. Apareció entonces la posibilidad de hacer un taller de escritura romántica y una cosa llevó a la otra. De ahí nació su primera novela, un texto que un buen día (se acuerda a la perfección de que fue el 27 de agosto de 2011 tras volver de un partido del Alavés) decidió enviar a siete editoriales. Y no tuvo que aguardar demasiado para encontrar respuesta. 48 horas después ya tenía pretendiente y, además, de peso dentro del género en el que se enmarca su creación. "No he tenido que esperar tanto para ver el libro publicado así que ahora tengo como una sensación rara", apunta la autora.
Ahora es cuando Quédate en mi vida empieza su propio camino, lejos de quien la creó. Y cada persona hará sus lecturas. "Yo lo que he intentado es hacer algo cargado de fuerza y optimismo, que fuera alegre, que es algo muy necesario tal y como están las cosas". Lo dice consciente de que hay una parte de los lectores tradicionales que miran al género romántico incluso con cierto rechazo. "Todas las relaciones tienen su complejidad, no sólo las que se refieren al amor y hacia ellas todos nos sentimos cercanos. Además, la parte romántica es la que mayor peso tiene, pero también hay una parte costumbrista y un lado social en lo que he hecho", describe, al tiempo que afirma que "éste es un género en el que hay cosas discutibles que yo mismo reconozco, pero también auténticas novelazas".
De momento, entre las respuestas que se está encontrando a su debut resalta que "la han leído hombres que tal vez pensaban que la novela romántica no era lo suyo y que, sin embargo, se están sorprendiendo", no así sus más allegados, a los que parece que no les ha pillado a contrapié su faz de escritora, "aunque no lo entiendo porque de joven puedes escribir muchas cosas pero esto es algo muy distinto".
En el futuro más inmediato, la novela romántica sigue reclamando la atención de Galdós. Ya tiene concluido su segundo libro, una historia situada en la Vitoria de 1808, en plena época napoleónica. Es el inicio de una serie que sigue construyéndose con el tercer título que tiene ahora entre las manos, un argumento enmarcado en 1810 al sur de Álava que está tomando forma y fondo en estos momentos. "Intento escribir en los huecos que me deja todo lo demás, sobre todo la familia", ríe la escritora.
Lo que tiene claro es que hay dos constantes en sus creaciones. Una es que imagina y da vida a mujeres guerreras. Otra es que quiere trasmitir las sensaciones positivas que ella siente. "Claro que puede haber lugar a la reflexión entre lo que hago, pero ante todo está el pellizco emocional y la sonrisa".
Por el momento, Quédate en mi vida es su particular tarjeta de presentación. Anna y John sus herramientas para encontrarse con el público. Y a partir de ahí...

sábado, 22 de diciembre de 2012

Rowling se pasa a la tragicomedia




  • No es lo mismo publicar un libro cuando eres un desconocido que hacerlo bajo el título de "una de las escritoras más ricas del planeta". Y sí, es posible que los mil millones de libras cosechados con tus trabajos anteriores te transmitan cierta serenidad.





La escritora
La escritora




Pero, pese a todo, JK Rowling no puede reprimir los nervios cada vez que presenta su última novela. Es entendible. El título supone su puesta de largo en el mundo de los adultos y representa la prueba de fuego para saber si tras el éxito de Harry Potter, tiene algo más que ofrecer.
Una vacante imprevista, llega mañanaa las librerías españolas de la mano de Salamandra. Aunque es posible que ya hayan leído algunos capítulos. Los incondicionales de la escocesa no pudieron esperar y en cuanto el libro salió a la luz en septiembre en el Reino Unido, lo tradujeron con la ayuda de Harry Latino, una web creada por dos estudiantes -que no revelan su nombre ni nacionalidad- que siempre han facilitado las cosas a los seguidores del niño mago que no están familiarizado con la lengua de Shakespeare.
"La idea me llegó de repente, sentí esa reacción casi visceral de cuando sabes que quieres hacer algo", explicó la autora, quien define su novela como una "tragedia cómica" con "un humor bastante negro" que toca temas universales.
La trama comienza con la muerte inesperada de Barry Fairbrother, un funcionario de cuarenta y cuatro años que deja consigo una vacante como funcionario en un pequeño pueblo imaginario llamado Pagford. El puesto de trabajo se convierte en un punto de inflexión entre los habitantes. Todos pugnan por la codiciada plaza del fallecido porque es un factor clave para resolver un litigio territorial.
Desde ese momento afloran las peores pasiones, un baile de emociones sociales y privadas que también toca los pilares familiares, las relaciones entre parejas, entre padres e hijos y entre profesores con alumnos. Drogas, marginalidad, insultos, sobredosis de realidad y vida dura se dan cita en estas más de quinientas páginas, en las que la radiografía de los adolescentes, que tienen que abrirse paso en un mundo adulto bastante poco comprensible, tiene especial protagonismo.
Precisamente el análisis de los personajes más jóvenes ha sido recalcado por la mayoría de los críticos. Casi todos coinciden en el hecho de que Rowling tiene más habilidades para desarrollar la complejidad de los adolescentes que para transmitir las emociones de los adultos. Pero a la hora de matizar si se ha conseguido con éxito reflejar las peculiaridades de las comunidades rurales que habitan en cada rincón de la campiña inglesa vienen las divisiones, ya que no son pocos los que aseguran que se ha caído en los estereotipos sin profundizar más allá.
The Financial Times y Wall Street Journal alabaron el trabajo. Lev Grossman, de la revista Time, considera la novela "ambiciosa, brillante, irreverente, divertida, profundamente triste y magíficamente expresiva". Theo Tait, The Guardian, asegura que, a pesar de no ser "ninguna obra maestra", no es mala en absoluto. "Es inteligente, está bien elaborada y a menudo divertida", asegura. Sostiene que es "ambiciosa en sus temas", reprocha a la autora recurrir a "situaciones tipo y clichés".
Por su parte, Michiko Kakutani, del New York Times, asegura que es "tan intencionadamente banal, tan deprimentemente estereotipada que no es solo decepcionante, sino también aburrida".
Aunque sin duda los comentarios más venenosos vinieron de la mano de Jan Moir, el crítico de Daily Mail. También hay que contextualizarlos, ya que sus lectores guardan cierto parecido con la familia media burguesa que aparece en la novela. Una familia con médicos incluidos, pero con muchos trapos sucios en el armario. "Los Fairbrother de este mundo daban por hecho que su formación universitaria les hacía mejores personas", escribe Rowling. Para Moir, el libro es un "manifiesto implacable socialista disfrazado de literatura", cargado de "prejuicios" y creado por alguien "estrecho de miras" y "demagogo".
Rowling nunca ha escondido sus simpatías por el Partido Laborista. Es más, asegura que gracias a las ayudas que proporcionaba a las madres solteras pudo salir adelante. Joanne, que es como se llama realmente, empezó tarde a escribir. Trabajó durante un tiempo como profesora de inglés en Portugal, pero cuando se convirtió en madre soltera decidió volver a su Escocia natal. Fue allí, entre su habitación, la casa de su hermana y los pubs donde se metía para resguardarse del frío donde creó el mundo de Hogwarts.
El "fenómeno Potter" lleva recaudado más de 6.300 millones de dólares (4.400 millones de euros). Las siete novelas del niño mago -publicadas entre 1997 y 2007- han vendido más de 350 millones de copias en 200 países y han sido traducidas a 65 idiomas. Las ocho películas ingresaron en los cines 7.704 millones de dólares.
La gallina de los huevos de oro sigue garantizando beneficios, además del parque temático, Rowling lanzó una web llamada Pottermore, que, entre otras cosas, contiene material inédito y será el espacio donde se lanzarán los e-books de la saga.
Con semejantes cifras, la escritora había dejado el listón muy alto. Pero, a pesar de la campaña brutal de publicidad, Una vacante imprevista, no consiguió la meta que se había propuesto la editorial: vender un millón de copias en las primeras 24 horas de salir a la venta.
En el Reino Unido, las ventas no estuvieron cerca de las que consiguió Dan Brown, con El símbolo perdido, que alcanzó las 550.000 copias durante su primera semana. No obstante, con su primera novela para adultos, Rowling superó las 100.000 copias en los primeros siete días. Unos números que le han cuadrado a la BBC, que convertirá el libro en una serie de televisión para 2014.
VENDE LA CASA DONDE CREÓ A POTTER
La casa de Edimburgo en la que la autora escribió al menos cuatro libros de la exitosa saga de Potter se vendió en octubre por 2,25 millones de libras (2,8 millones de euros). La vivienda, una mansión del siglo XIX, se encuentra en el barrio residencial de Merchiston, al suroeste de la capital escocesa, y está integrada por ocho dormitorios y varios jardines. A pesar de sus dos siglos de historia, la casa conserva en buen estado varias cornisas y chimeneas de la época en la que fue construida, y ha sido restaurada recientemente.
Entre las reformas llevadas a cabo destaca un completo sistema de seguridad, que Rowling instaló en una época en la que se sentía una "rehén" en este domicilio. "Hubo dos períodos particularmente malos, cuando me sentía bajo asedio o como si fuese una rehén. Tras el nacimiento de mis dos últimos hijos, me era imposible salir de casa sin ser fotografiada", explicó. Además, los jardines albergan dos cabañas en dos árboles de 12 metros de altura, construidas para sus dos hijos pequeños, con una escalera en espiral y un túnel secreto.
La escritora adquirió la planta superior de la mansión en 1999, dos años después de la publicación de Harry Potter y la Piedra Filosofal, el primer tomo de la saga, por 425.000 libras (531.800 euros). A medida que los ingresos por las ventas de los libros se dispararon, compró el apartamento situado en la planta baja del edificio y unificó los dos pisos para crear una gran residencia.
Una década después, Rowling, de 47 años, su marido Neil, su hijo David y sus hijas Jessica y Mackenzie, abandonaron esta casa para trasladarse a otra mansión más antigua en las afueras de la capital escocesa. Rowling, la segunda mayor fortuna del Reino Unido tras la reina Isabel II, disfruta ahora de un patrimonio valorado en 560 millones de libras (701,5 millones de euros) y es propietaria además de otra vivienda en Londres y de una casa de campo en el condado escocés de Pertshire. (fin).

viernes, 21 de diciembre de 2012

'La cápsula del tiempo'


Elija su propia aventura, caballero



¿Recuerdan eso de 'si quieres ir al barco pirata, ve a la página 53; si no,...? Miqui Otero retoma la fórmula para construir una atípica novela costumbrista




Los críos que crecieron con 'Regreso al futuro' y Michael Jackson, los 'Fraggle Rock' y 'Oliver y Benji' no leían a 'Harry Potter'. La generación que se hizo mayor en los 80 y los primeros 90 estuvo marcada por unos libritos de tapas rojas que a España trajo la editorial Timun Mas. 'Elige tu propia aventura' despertó en muchos el placer de la lectura obsesiva: hablamos de veranos enteros con los padres, pegados a esos volúmenes ligeros, en los que uno podía viajar a través del tiempo, perderse en el Amazonas o terminar anclado en el Triángulo de las Bermudas. El lector tomaba decisiones, era el único responsable del éxito o el fracaso de la trama a través de unas opciones que le permitían pervertir las reglas de la novela y saltar de una página a otra.
Miqui Otero. | Santi CogolludoEl barcelonés Miqui Otero, que fue uno de esos niños, publica ahora, a sus 32 años, 'La cápsula del tiempo' (Blackie Books), un homenaje a esas novelitas juveniles en clave adulta. "Es un proyecto que surgió a partir de unas cervezas y una noche de nostalgia", explica el autor, que debutó en las ligas literarias con 'Hilo musical' (Alpha Decay, 2010). "Me gustaría que el que compre el libro haga lo mismo que yo hacía entonces. Quiero que lo subraye, que doble las esquinas de las páginas que considere importantes, que lo manosee hasta dominar todos sus recovecos", añade el escritor, que confiesa que le gusta comprar libros de segunda mano para "espiar qué hizo con ellos su antiguo dueño".

Noche de Reyes en Barcelona en 37 finales

Tras su apariencia de pasatiempo, que también lo es, la obra se convierte en un retrato costumbrista, a la vez crudo y despiadado, alocado y cercano; un relato honesto de lo que podría suceder en una gran ciudad europea (Barcelona) durante un instante cualquiera (la Noche de Reyes de 2013). "Nunca me canso de observar", explica Otero. "Puedo pasarme horas en un bar de viejos charlando con gente desconocida. Eso es lo que me inspira a escribir y a contar historias anónimas". Los rumanos que tocan el acordeón en el Metro, los pakistaníes que venden cervezas a un euro, los treintañeros españoles en paro que han perdido la ilusión y gastan sus días estancados en la rutina. El caleidoscopio de personajes es inmenso, tanto como el número de finales (hasta 37 distintos) que existen para esta historia.
El punto de partida es muy novelesco: llueve, estás sin blanca (perdonen el tuteo) y tienes una cita en la otra punta de la ciudad con tus amigos de la infancia para desenterrar un cofre (la cápsula del tiempo) que guarda recuerdos que ocultasteis hace 20 años. Las dudas, la lucha del carácter contra el destino, la casualidad... Todo cuenta aquí, aunque el lector es el último responsable de cada decisión. "Es cierto que los finales más alegres están reservados a los que hayan tomado opciones valientes y desprejuiciadas, y todo lo contrario para el que opta por ser aburrido, triste o rácano. Sin embargo, la elección no siempre está clara", apunta con misterio Miqui Otero.
El libro incluye un mapa ilustrado, que trata de poner orden en este universo esquizofrénico; distintos juegos, que habrá que superar para avanzar en la lectura, y 13 relatos paralelos, que funcionan como un comodín al que acudir en busca de consejo en algunos de los pasajes más complicados. "Lo he llamado 'El libro negro de los 13 instantes estrellados de la Humanidad'. Todos giran en torno a la idea de que incluso los momentos más importantes de la Historia estuvieron guiados por el azar y muchos de ellos tuvieron desenlaces ridículos".
La Barcelona en la que se desenvuelve el protagonista (y a donde se traslada el lector) es una metrópoli que no para, donde el tren siempre está atestado de gente que suda y el bar es el refugio más lógico; una ciudad que vive la crisis con resignación ("habrá que decirle al chaval que este año la bici no podrá ser") y con forzada excitación, como si fueran los últimos días, como si la profecía maya del fin del mundo fuera una realidad. "Trato de ser sincero con lo que cuento. Últimamente todo va mal, pero hay que tomar decisiones para sentirse vivo, hacer cosas y avanzar, ahí está la esencia del libro", concluye el autor, que también es periodista, profesor y organizador de asuntos culturales con un sabor único, como el festival Primera Persona.

José Fajardo | Madrid

miércoles, 19 de diciembre de 2012

‘El lector de Julio Verne’, mejor libro de 2012 según los internautas de EL PAÍS


http://elpais.com/cultura/2012/12/18/actualidad/1355858539_956530.html
1- Novelas. 2- Autores españoles. 3- Guerra Civil y posguerra. Estas son las preferencias literarias de los internautas de EL PAÍS en 2012. Es el retrato a vuela pluma que revelan los resultados de las encuestas en las que los lectores digitales del diario han elegido el mejor libro del año y los preferidos en seis géneros literarios. La votación se ha hecho sobre una lista de 80 títulos propuestos por varios críticos y periodistas de la sección de Cultura.
Precisamente con esas tres características cumple El mejor libro del añoEl lector de Julio Verne (Tusquets), de Almudena Grandes, que ha obtenido el 12,68 por ciento de los votos. La novela es la segunda de la serie Episodios de una guerra interminable que la escritora madrileña empezó con Inés y la alegría. Una obra que habla de la resistencia y de aquellos españoles que nunca se sintieron vencidos y que incluso perdieron aunque estuvieran en el lado ganador. Así lo cuenta Almudena Grandes (1960) en el vídeo que acompaña esta información, donde además habla del origen de la novela y de la imagen que la desencadenó. “Yo no quería ser guardia civil…”, es el comienzo del pasaje elegido por Grandes en la lectura que hace del libro en el vídeo.
Ha sido una encuesta clara en cuanto al libro más votado, pero reñida en las siguientes posiciones ya que los cinco primeros alcanzan el 33% de los votos, lo que, además, prueba la gran diversidad de gustos porque dentro de las obras propuestas había, además de novelas, poemarios, libros de cuentos, biografías, cartas, cómics y libros de ensayo de todo tipo.
El segundo título más votado como Mejor libro del año 2012 es Ayer no más (Destino), de Andrés Trapiello (5.83%); el tercero El tango de la guardia vieja (Alfaguara), de Arturo Pérez-Reverte (5.38%), cuartoCartas desde Dinamarca (Nórdica Libros), de Karen Blixen (4.37%); y quinto El enredo de la bolsa y la vida (Seix Barral), de Eduardo Mendoza (4,09%).
OTROS IDIOMASEn todos los siete apartados los libros ganadores son de autores muy conocidos. Es decir, pocas sorpresas y hallazgos en cuanto a nombres. Los libros de autores en otros idiomas más votados fueron Cartas desde Dinamarca (Nórdica Libros), de Karen Blixen; ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? (Lumen), de Jeanette Winterson; Pensar el siglo XX (Taurus), de Tony Judt y Timothy Snyder; Robespierre. Una vida revolucionaria (Península), de Peter McPhee; y Aquí y ahora. Cartas (Anagrama-Mondadori), de Paul Auster y J. M. Coetzee.
GÉNEROS PREFERIDOS
Después de la novela, que no deja de confirmar su dominio en el gusto de los lectores a pesar de tantas voces apocalípticas desde diferentes frentes, el género preferido por los lectores es el de biografías, autobiografías y cartas. En todos los géneros el libro preferido es claro, salvo en Poesía donde 4 títulos tuvieron porcentajes más o menos cercanos.
TÍTULOS DE LA ENCUESTA
La encuesta para elegir El Mejor libro del año surge de la suma de todos los títulos incluidos en las preguntas por géneros literarios propuestos por algunos críticos de EL PAÍS y de los periodistas de la sección de Cultura, de la siguiente manera: Novela (a propuesta de J. Ernesto Ayala-Dip, José María Guelbenzu y sección de Cultura), Cuento o relato no infantil (Ana Rodríguez Fischer), Poesía (Ángel Prieto de Paula y Ángel Rupérez), Cómic (Álvaro Pons),Biografía/Autobiografía/Cartas (sección de Cultura) y Ensayo de Economía, Historia, Ciencia, Política y Pensamiento (Joaquín Estefanía, Julián Casanova, José Manuel Sánchez Ron, Josep Ramoneda.
RESULTADOS POR GÉNEROS LITERARIOS
1- Ayer no más (Destino), de Andrés Trapiello.
2- El lector de Julio Verne (Tusquets), de Almudena Grandes
3- El tango de la guardia vieja (Alfaguara), de Arturo Pérez-Reverte
4- El enredo de la bolsa y la vida (Seix Barral), de Eduardo Mendoza
5- Aire de Dylan (Seix Barral), de Enrique Vila-Matas
1- Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables (Alfaguara), de Javier Marías, con el 36.36% de los votos.
2- Cuentos completos (Siruela), de Antonio Pereira, una recopilación de toda su obra, con el 21.12 % de los votos.
1- Poemas. 1-600 poemas. Fue-culpa-del Paraíso (Sabina), de Emily Dickinson.
2- La bicicleta del panadero (Calambur), de José Carlos Mestre (17.40%)
1- Vapor (La Cúpula), de Max (30.79%)
2- Filigranas del clima (Fulgencio Pimentel), de Frank Woodring (23.98%)
1- Miguel de Unamuno (Taurus), de Jon Juaristi (18.60%)
2- Cartas desde Dinamarca (Nórdica Libros), de Karen Blixen (16.28%)
1- Pensar el siglo XX (Taurus), de Tony Judt y Timothy Snyder (17.69%)
2- La mentira os hará libres (Galaxia Gutenberg), de Fernando Vallespín (15.77%)
BLOG PAPELES PERDIDOS
En cuanto a la propuesta inicial de que los lectores eligieran el mejor libro en una lista abierta a través del blog Papeles perdidos no se pudo realizar debido a que uno o varios lectores torpedearon la propuesta al incluir una lista de clara tomadura de pelo, la cual se repitió docenas de veces impidiendo la contabilización de los votos. Por eso motivo se optó por una encuesta cerrada con títulos propuestos por los críticos especialistas en los diferentes géneros literarios. Sin embargo, en el mismo blog avisé el viernes del cambio de rumbo en la elección del mejor libro del año según los lectores. Agradezco a los internautas que participaron en el blog.

martes, 18 de diciembre de 2012

Suiza horrorosa

 'El santuario del diablo'


¿Un sanatorio en los Alpes? ¿Puede haber un escenario más clásico y más evocador para una novela de terror? Marie Hermanson responde

Marie Hermanson. | Siruela


Primero, un nombre sonoro para una clínica de reposo en una novela de terror. Himmelstal. Después, un paisaje para ver desde dentro de las ventanas de la clínica: los Alpes. Nos cuenta Marie Hermanson, la autora sueca (¡no suiza, ojo!) de 'El santuario del diablo' (Siruela), que ha contado con el sonido de lo uno y el paisaje de lo otro: "Suiza es un país que siempre se ha considerado como muy pulcro y limpio; impecable. Un país que nos puede parecer demasiado bueno para ser verdad. Cosa que levanta sospechas, que nos produce una sensación de suspicacia y que nos lleva a preguntarnos qué es lo que debe ocultarse tras aquella fachada tan perfecta".
Más información: dos hermanos gemelos, Max y Daniel. Una sustitución dentro de la clínica. El reposo ya no será, lógicamente, tanto reposo. Hermanson nos habla de su visión del terror: "Creo que el género del terror ha incurrido en una excesiva concreción. Hay cada vez más sangre y más violencia explícita. Una concreción en la descripción que a mí, personalmente, no me atrae mucho. Me gusta mucho el terror clásico, como por ejemplo Lovecraft. Creo que las narraciones decimonónicas de este género resultan más eficaces al explorar los mecanismos interiores, psicológicos. Y lo que más interesa es profundizar, explorar lo que ocurre en el interior de las personas".
Empezamos con un paisaje y continuamos por el interior de las personas. La imagen simétrica de los gemelos (casi una imagen de truco, una imagen enrarecida de una identidad repetida) es la imagen especular que comienza transfiriendo la zozobra (y el tema principal del libro): "Creo que el tema de los gemelos resulta muy eficaz para describir la problemática de la identidad, de la inseguridad. No estar seguro de quién eres, de la identidad que te corresponde, es algo que genera una zozobra muy grande. En la novela se suceden constantes confusiones y malentendidos. Además, esta temática resulta muy eficaz al construir la intriga; situar a los personajes en situaciones en las que hay confusiones, malentendidos, intercambios, sustituciones etc, un recurso al que, evidentemente, se ha recurrido mucho tanto en la literatura como en el cine".
Por último, dejando de lado (dejando atrás) las mentadas paradas, una "declaración de intenciones" de la autora sueca: "Quiero que el lector experimente una sensación de suspense, que la historia le enganche y que tenga interés por seguir la historia hasta el desenlace. Pero también quiero que el lector empiece a reflexionar sobre algunas cuestiones tipo: ¿qué es la maldad? Inicio la novela con una cita de Bertold Brecht en la que dice que la maldad es en realidad únicamente una especie de incapacidad. ¿Es así? Y en tal caso, ¿cómo debemos afrontar la maldad? ¿Cómo debemos relacionarnos con la maldad?"
Álvaro Cortina | Madrid

lunes, 17 de diciembre de 2012

Para entender a Alberto Olmos/ QUE LEER


La relación entre Alberto Olmos y Qué Leer no ha sido un paseo por el parque, cabe reconocerlo. Él mismo lo explicó en su momento, pero podemos resumírselo para ir entrando en calor. La paletada de arena, a finales de 1998, cuando el segoviano quedó finalista del Premio Herralde con A bordo del naufragio, fue doble: la censura por parte de nuestro Aníbal Lector en una de sus crónicas y, acto seguido, una reseña de ese libro que firmé yo mismo y que se saldó con la valoración de un tintero sobre cinco (esto es, un suficiente). Y, cosa de los equilibrios cósmicos, la de cal también iba a resultar dual: más allá del heterónimo de Lector Malherido, Olmos comenzó a colaborar con nosotros como crítico y el pasado año incluso se encaramó a nuestra portada gracias a suEjército enemigo (apuesta que hoy día repetiríamos pese a que nos valió también bastantes palos).
Sucede, claro está, que toda una década media entre el inicio turbulento y este (de momento) final feliz. Diez años largos en los que nos separó un abismo, de razonable resentimiento por su parte y de involuntaria ignorancia por la nuestra. Dolido por el trato que le habíamos dispensado y, si no nos han informado mal, rechazado por Anagrama con su siguiente novela, Olmos tardó siete de esos diez años en desembarcar en Lengua de Trapo, el sello que acogió sus Trenes hacia Tokio y donde definitivamente halló El estatus novelístico antes de fichar por Mondadori. Y es en este momento, caso de que sus diversos blogs no hayan resultado ya suficientemente aclaratorios, cuando celebramos la aparición dePose en La Uña Rota.
Porque Pose consta de dos textos autobiográficos (ya ven que de dicotomías va la cosa), sendos diarios que abordan, por un lado, sus tiempos como profesor de inglés y español en Japón antes de volver a publicar, y, por otro, su visita de 2010 a la Feria del Libro de Guadalajara con los cuatro títulos en Lengua de Trapo bajo el brazo. Por si cabía alguna duda, constatamos aquí que Olmos es uno de esos autores que respiran y comen y defecan literatura, que toman apuntes y llevan diarios y se preguntan y responden sobre el fenómeno. Pero, aún más importante, nos erigimos en voyeurísticos testimonios de cómo la obsesión por el fracaso que protagoniza la entrada más emotiva de la primera pieza se transforma en uso de la fama y abuso del nombre propio (a menudo ajeno) en la segunda. En el fondo, más allá de álter egos polémicos y “poses” diversas, Alberto Olmos tiene muy claro un aspecto de sí mismo que aspira a transmitir, un yo (meta)literario plagado de acotaciones como raíces que se extienden por su (auto)formación y su contexto y su entorno y su trabajo. Personalidad no le falta, maneras menos y, afortunadamente, público tampoco.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Érase una vez Hans Christian Andersen


Años antes de publicar La sirenita, El patito feo, La pequeña cerillera y centenares de relatos que lo convertirían en un clásico de la literatura infantil, un joven Hans Christian Andersen concibió la historia de una vela que no hallaba su lugar en el mundo hasta que una caja de cerillas acudió a su rescate, iluminándola y dotándole de todo su sentido. El primer cuento que escribió el entonces estudiante danés ha permaneció inédito durante casi dos siglos, hasta su reciente descubrimiento en un archivo familiar. Un hallazgo que ha sido calificado de “sensacional” en su patria natal.
El historiador local Esben Brage localizó el manuscrito hace apenas dos meses y, a pesar del corto espacio de tiempo transcurrido, diversos conocedores en la obra de Andersen (1805-1875) acaban de validar su autenticidad. Es el caso de Ejnar Stig Askgaard, principal responsable del Museo de la Ciudad de Odense (la ciudad danesa donde apareció la copia a mano del texto de Andersen) y experto en la obra del escritor. “Sin duda, este cuento de hadas debe ser contemplado como el relato más temprano de todos los escritor por Hans Christian Andersen; en él, el joven autor nos habla de la importancia que tiene la autenticidad de las cosas, la autenticidad del interior de nuestra mente frente a la poca trascendencia de la apariencia externa de las cosas”, explicaba ayer Askgaard a este diario.
El relato corto del escritor danés ha permanecido inédito dos siglos
Bajo el título The tallow candle narra la historia de esa vela de sebo decepcionada por el abandono y la incomprensión, pero que finalmente logra hallar su lugar en el mundo. Junto al enorme valor de tratarse del primer título del célebre cuentista, su hallazgo demuestra que el futuro novelista y poeta estaba interesado en el género infantil desde su juventud y bastante antes de conocer la fama. Así lo sostuvieron ayer algunos de los mayores expertos en la obra de el creador de El soldadito de plomo, entre ellos el mencionadoEjnar Stig Askgaard, quien expresó al diario danés Politiken su absoluta certeza sobre la rúbrica de La vela de sebo.
La primera página del cuento de Hans Christian Andersen. / AFP
Escrito en tinta sobre papel amarilla, el documento fue encontrado en el fondo de una caja que contiene parte de los archivos de una familia danesa, los Plum. No se trata del primer original escrito por Andersen, sino de una copia que encierra una pequeña historia (real). Durante su niñez, el autor contaba sus confidencias a la viuda de un vicario, Madam Bunklefod, a quien años más tarde quiso dedicar su primer cuento: “Para Madam Bunklefod de su devoto H. C. Andersen”, reza la inscripción que el joven adjuntó el manuscrito. La familia heredera de la dama hizo una copia del mismo (en la que también incluyó aquella dedicatoria del autor) y la envió a unos familiares cercanos, los Plum, en cuyo legado ha permanecido desde entonces. Nadie había reparado en ella y en el valor que encerraba, hasta que tan solo hace unas semanas, el historiador danés Esben Brage dio con lo que en principio parecía un simple pedazo de papel.
A decir de los expertos que han examinado minuciosamente el texto, el relato de la vela carece de la calidad y madurez de otras obras que grabaron en mayúsculas el nombre de H.C. Andersen, pero nos abre una importante ventana a sus primeros pasos en el arte del cuento. La pequeña y entrañable historia de la vela fue probablemente escrita entre 1822 y 1826, esta última fecha tres años antes de que el escritor sellara su debut literario. Sucedió a aquel estreno una extensa obra jalonada, entre otros, por más de 160 cuentos, por títulos como Las zapatillas rojas o El traje nuevo del Emperador que han sido y siguen siendo leídos por generaciones y generaciones de niños.
Lo encontrado es una copia del original, en paradero desconocido
El hallazgo del manuscrito permite sumar un nuevo título a la dilatada obra de un autor universal. “Se trata de un cuento muy moralista, bastante sentimental y sobre todo consigue que un objeto material cobre plena vida”, valoró para el diario The Guardianla autora británica y especialista en cuentos infantiles Sara Maitland sobre el relato del inocente encuentro entre una vela y una caja de cerillas que logra insuflarle las ganas de vivir. “Es un relato muy, muy Andersen, no conozco a otro escritor que sepa conseguirlo de ese modo”, apostilló una Maitland que se declaraba extraordinariamente sorprendida por el hallazgo: “¿Cómo ha podido ese cuento estar tanto tiempo escondido en una caja? Me fascina que nadie lo haya descubierto antes, cuando el mundo está lleno de expertos en la obra de Hans Christian Andersen”.
La aparición de un texto nuevo de Hans Christian Andersen es sin duda una gran noticia, un descubrimiento sensacional, como ya se ha escrito en periódicos de medio mundo. La vida y la obra del escritor danés han sido objeto de investigación desde hace más de un siglo. No era de esperar, por tanto, que apareciese nada completamente nuevo. Pero el historiador local Esben Brage halló en el archivo de la isla de Fionia lo que nadie podía sospechar: el que pudo ser primer cuento de Andersen, redactado cuando tenía entre 14 y 19 años. El estudio realizado por el investigador Ejnar Stig Askgård confirma la atribución. No se trata de un manuscrito original de Andersen, sino de una copia. Parece que el entonces futuro escritor regaló a una buena amiga de la familia, la señora Bunkeflod, ese primer fruto de su talento literario, y ella u otra persona de su familia regaló la copia a un tal S. Plum.
El mismo Andersen reconoce en uno de sus escritos autobiográficos que la casa de la señora Bunkeflod fue su primer auténtico hogar, y que en ella tuvo sus primeros contactos con la literatura y también que, al parecer, fue allí donde decidió dedicarse a escribir. No es extraño, por tanto, que ese primer ensayo lo regalara a su amiga y protectora. El cuento Tællelyset (La vela de sebo) reúne muchas de las características del autor. No solo de sus cuentos, también de sus novelas, muchos de sus poemas y dramas. La búsqueda del lugar en la vida, las apariencias sucias y pobres que ocultan un alma buena y creativa, la capacidad de iluminar a todos los demás, son elementos constantes en Andersen. Por ejemplo en El patito feo, donde bajo las feas plumas de un pato sin gracia se esconde un bello cisne que, sin embargo, no llegará a la culminación sino tras muchas penosas aventuras. Igual que esta vela de sebo. Por otra parte, tomar como eje central de un cuento un objeto aparentemente tan cotidiano como una vela barata es uno de los rasgos más característicos de los relatos andersenianos: sartenes, abetos, cuellos de camisa, farolas, cuellos de botella y otros objetos heterogéneos son protagonistas de algunos cuentos magníficos.
La luz, tan evidente en este nuevo cuento, es un tema constante en el autor. La farola y La pequeña cerillera son ejemplos de ello. Pero mejor aún si nos vamos a su cuento Las velas, donde la humilde vela de sebo regalada a una niña pobre no será menos que la aristocrática vela de cera regalada a una niña rica. Dice la de sebo: “¿Habrán podido pasarlo mejor las velas de cera en sus candelabros de plata? ¡Me gustaría saberlo antes de consumirme!”.
Este hallazgo nos permite ver cómo los temas y el estilo, las preocupaciones vitales y literarias de H. C. Andersen, estaban ya conformadas antes del inicio de su carrera como escritor —el más famoso en el plano internacional— que ha dado Dinamarca.
Enrique Bernárdez es traductor de la obra de H. C. Andersen al español y catedrático de Lingüística General en la Universidad Complutense.
Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.
La oveja, una preciosa ovejita, era la madre de la vela, y el crisol era su padre. De su madre había heredado el cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una vaga idea de la vida; y de su padre había recibido el ansia de ardiente fuego que atravesaría médula y hueso… y fulguraría en la vida.
Retrato de Hans Christian Andersen /THE BETTMANN ARCHIVE
Sí, así nació y creció cuando con las mayores, más luminosas expectativas, así se lanzó a la vida. Allí encontró a otras muchas criaturas extrañas, a las que se juntó; pues quería conocer la vida y hallar tal vez, al mismo tiempo, el lugar dónde más a gusto pudiera sentirse. Pero su confianza en el mundo era excesiva; este solo se preocupaba por sí mismo, nada en absoluto por la vela de sebo; pues era incapaz de comprender para qué podía servir, por eso intentó usarla en provecho propio y cogió la vela de forma equivocada, los negros dedos llenaron de manchas cada vez mayores el límpido color de la inocencia, que al poco desapareció por completo y quedó totalmente cubierto por la suciedad del mundo que la rodeaba, había estado en un contacto demasiado estrecho con ella, mucho más cercano de lo que podía aguantar la vela, que no sabía distinguir lo limpio de lo sucio… pero en su interior seguía siendo inocente y pura.
Vieron entonces sus falsos amigos que no podían llegar hasta su interior, y furiosos tiraron la vela como un trasto inútil.
Y la negra cáscara externa no dejaba entrar a los buenos, que tenían miedo de ensuciarse con el negro color, temían llenarse de manchas también ellos… de modo que no se acercaban.
La vela de sebo estaba ahora sola y abandonada, no sabía qué hacer. Se veía rechazada por los buenos y descubría también que no era más que un objeto destinado a hacer el mal, se sintió inmensamente desdichada porque no había dedicado su vida a nada provechoso, que incluso, tal vez, había manchado de negro lo mejor que había en torno suyo, y no conseguía entender por qué ni para qué había sido creada, por qué tenía que vivir en la tierra, quizá destruyéndose a sí misma y a otros.
Más y más, cada vez más profundamente reflexionó, pero cuanto más pensaba, tanto mayor era su desánimo, pues a fin de cuentas no conseguía encontrar nada bueno, ningún sentido auténtico en su existencia, ni lograba distinguir la misión que se le había encomendado al nacer. Era como si su negra cubierta hubiera velado también sus ojos.
Mas apareció entonces una llamita: un mechero; este conocía a la vela de sebo mejor que ella misma; porque el mechero veía con toda claridad -a través incluso de la cáscara externa- y en el interior vio que era buena; por eso se aproximó a ella, y luminosas esperanzas se despertaron en la vela; se encendió y su corazón se derritió.
La llama relució como una alegre antorcha de esponsales, todo estaba iluminado y claro a su alrededor, e iluminó al camino para quienes la llevaban, sus verdaderos amigos… que felices buscaban ahora la verdad ayudados por el resplandor de la vela.
Pero también el cuerpo tenía fuerza suficiente para alimentar y dar vida al llameante fuego. Gota a gota, semillas de una nueva vida caían por todas partes, descendiendo en gotas por el tronco cubierto con sus miembros: suciedad del pasado.
No eran solamente producto físico, también espiritual de los esponsales.
Y la vela de sebo encontró su lugar en la vida, y supo que era una auténtica vela que lució largo tiempo para alegría de ella misma y de las demás criaturas.